8.4.24

PAUL HORN:
"Inside"

"Hay otros mundos, pero están en este", es una conocida frase del poeta francés Paul Éluard, una de esas sentencias que últimamente se han encargado de hacernos llegar a nuestros sentidos en diversos medios, libros o documentales. El rescate de esta máxima no es baladí, y le va cono anillo al dedo a ciertas músicas instrumentales que, bien asentadas en nuestro mundo, pretenden alcanzar una espiritualidad divina o incluso conectar con otras dimensiones sonoras, cercanas o lejanas, quién sabe. Paul Horn es uno de los baluartes de esas músicas esotéricas que enseguida fueron asociadas con la llegada de la era de acuario. Nacido en Nueva York, desde muy joven aprendió a tocar piano, clarinete, flauta y saxo alto, y se buscó la vida en el mundo del jazz, en el que se curtió durante varias décadas y alcanzó todos sus objetivos. En 1961 afirmaba en una entrevista que quería experimentar más y encontrar nuevas vías de expresión, por ejemplo en las escalas orientales, así que tras una separación matrimonial que le dejó muy confuso mentalmente, descubrió la meditación trascendental del Maharishi Mahesh Yogi (con el que se convirtió en maestro de meditación en su ashram) y viajó a la India, donde grabó con Ravi Shankar. El 25 de abril de 1968 se adentró en el más popular de los mausoleos de Agra, el Taj Mahal, y perpetró el primer volumen de una serie de discos en los que penetraba en lugares mágicos únicamente con sus instrumentos, y grababa lo que le dictaban la mente y el corazón: "Inside".

El sello estadounidense Epic Records publicó "Inside" en 1968, pero la portada inicial no incluía la fotografía del Taj Mahal que sí aparecía en versiones posteriores (en las de Kuckuck de 1983) como reclamo de espiritualidad new age, y con el título modificado a "Inside the Taj Mahal", sino que contaba únicamente con la efigie de Paul y las letras rodeando uno de sus ojos, como si el secreto de esta espiritualidad estuviera en viajar hacia el interior, pues como él mismo decía: "yo soy sólo un canal para esa música que fluye a través de mí". Oriente estaba de moda, los Beatles acababan de llegar a la India, pero Epic no trataba de aprovecharse de esa situación en la cubierta de la obra. Horn ya había visitado el Taj Mahal en varias ocasiones: "La majestuosidad del lugar asombra la imaginación y la atmósfera silenciosa en todo el recinto hace que el alma comience a brillar profundamente en su interior", afirmaba. El músico continuaba en las notas interiores del álbum contando lo excepcional de la acústica de la cúpula de mármol, lo que demostraba cada día un hombre del personal del mausoleo (descendiente de la familia que hizo los trabajos de incrustación de piedras semipreciosas que adornan toda la estructura) que cada varios minutos lanzaba una 'llamada vocal', que es la que se escucha al comienzo del disco. "Nunca escuché algo tan hermoso, cada tono quedó suspendido en el espacio durante 28 segundos, la acústica es perfecta", relataba Horn, que en una de sus visitas al lugar tocó delante de varios turistas embelesados. Fue en su siguiente llegada cuando consiguió, en la última hora de visita y en una atmósfera nocturna perfecta y tranquila, tocar su flauta dorada durante una hora, delante de numerosos y enormes mosquitos, de Earl Barton, John Archer (técnico de sonido que grabó la sesión), Sankar (un niño indio de catorce años que había conocido en el Himalaya y le servía de recadero) y el guardia del mausoleo, que parecía realmente complacido de lo que escuchaba en ese lugar sagrado, tanto que permitió a la comitiva continuar grabando tras la hora de cierre. "Inside" no se trata únicamente de un músico improvisando de manera aburrida, hay que sentir la conexión del hombre y el instrumento con la espiritualidad, con la fuerza terrenal que emana de un lugar mágico. Horn se deja llevar por lo insólito del enclave, y él y su flauta se funden con los elementos, con la atmósfera, con el mármol. Vale la pena dejarse atrapar por la increíble resonancia: "Podía tocar acordes enteros y volvían sonando como un coro de ángeles". "Prologue / Inside", con la introducción vocal del guarda original, es un bello diálogo con el silencio, respetuoso pero distendido. Parece que la conexión sea con la propia naturaleza, como más adelante hará otro vital músico e intérprete de vientos como Paul Winter. Los temas en los que Horn declama un canto sin palabras son los que encierran una mayor espiritualidad, pequeñas oraciones como "Mantra I / Meditation" o "Vibrations", mientras que en otras ocasiones aparece el idioma autóctono en la voz de un amigo cercano del guarda (tal y como lo recuerda Horn en las notas del álbum), como en "Jumna" o en la hermosa "Unity", título proveniente de la conexión entre esas dos personas tan distintas: "La música es realmente ese lenguaje universal que une el espíritu de la humanidad". Además de lo puramente espiritual, Horn acude a veces a terrenos fantasiosos. El viento continúa fundiéndose con el entorno con diferentes melodiosidades y trinos en "Mumtaz Mahal", "Agra" (el único tema en el que suena uno de los mosquitos que asediaron a Horn, concretamente en el segundo 42) o "Akasha". El tramo final del disco continúa con la improvisación del viento en "Shah Jahan" y en el tema de cierre, "Ustad Isa / Mantra III", con una conversación intercalada entre el salmo y el viento, titulada "Mantra II / Duality". Los temas de este "Inside" no son fácilmente distinguibles, no hay melodías, no hay un hit, vocal o instrumental, que apoye al disco, pero no los necesita, es simplemente una muestra de música improvisada para la relajación en un lugar mágico de esos a los que hay que acudir al menos una vez en la vida. Y aunque Horn fuera hasta unos años antes y realmente durante toda su carrera un músico de jazz de cámara, o eso afirmaba, no le importaba que su música meditativa fuera conocida como new age, en esa época en la que el término todavía era puro: "Yo no sé qué es la música new age, pero soy yo, y Kitaro, y Constance Demby, y Suzanne Ciani, y mucha gente distinta con un modo diferente de hacer música. Supongo que es un nuevo tipo de fusión (...) La palabra clave para la música del futuro es fusión, fusión, fusión". A diferencia de la mayoría de los músicos, que graban en estudios o en conciertos, Horn hizo álbumes en los lugares más exóticos imaginables, y sus discos 'inside' incluyen, además del Taj Mahal, la gran pirámide de Keops ("Inside the Great Pyramid"), la catedral de Vilnius en Lituania ("Inside the Cathedral"), el Valle de los Monumentos junto a R. Carlos Nakai ("Inside Monument Valley"), un par de temas en el Templo del Cielo de Pekín (incluidos en el álbum "China") o un regreso al Taj Mahal en 1990 titulado "Inside the Taj Mahal II".

"Un sueño sin estrellas es un sueño olvidado" es otra recordada frase de Paul Éluard. Cuando salían del Taj Mahal, y a la débil luz de las estrellas, Paul Horn pensaba que ese sueño que había conseguido desarrollar junto a su instrumento aquella noche de 1968 jamás se olvidaría, gracias a la colaboración de los guardias del mausoleo y a la grabación que llevaban bajo el brazo. Recordando así mismo las viejas y apasionantes hazañas escritas por el viajero Richard Halliburton, algunas de ellas en aquel mismo enclave donde pasó una noche escondido y se bañó en su piscina de alabastro, el músico divagó: "No pude evitar sentir que en ese momento, unos 45 años después, ¡había hecho algo aún más especial!". Que no se haya olvidado tantos años después, lo demuestra. La experiencia de este músico que falleció en 2014 a los 84 años, su buen hacer e implicación con la meditación y la espiritualidad, y sus ojos de apertura hacia la música de la nueva era, posibilitaron la publicación de un trabajo pionero en su concepto, con un aura de leyenda, que siempre se ha considerado como un clásico de la new age, que abrió un nuevo y apasionante camino por el que han circulado posteriormente muchos otros músicos, entre los que se podrían destacar nombres como Deuter, Paul Winter, Terry Oldfield, Luis Paniagua o especialmente, por vías más étnicas, Stephan Micus.










12.3.24

GWENDAL:
"Irish Jig"

Primeros años de la década de los setenta del siglo XX. A la sombra de su paisano, el adelantado Alan Stivell, los bretones Gwendal propusieron, amparados por la tradición musical de su propia región y de las naciones celtas cercanas, la verdadera expresión de una música popular, sencilla y auténtica, cuyo propósito -al menos en esta primera época de la banda- era la diversión, el baile. Lo celta comenzó a ponerse de moda, véase la belleza del arpa del propio Stivell en los terrenos folclóricos, la seriedad del folk de Pentangle, la grata sorpresa de la flauta de Ian Anderson en el rock sinfónico de Jethro Tull, la excelencia del Mike Oldfield más irlandés con el monumental Ommadawn o la contundencia de la gaita irlandesa y las melodías de antaño (que a veces se tomaban como ecos de un pasado medieval) que comenzaban a resucitar conjuntos que ahora son míticos como The Chieftains o Planxty. Gwendal aprovechó esa estela y ejecutaron una fusión pionera que, en la actualidad, les hace ser tan recordados -también en España, donde triunfaron durante décadas en sus aplaudidos directos- como los nombres antes mencionados.

Gwendal nació en la región francesa de Bretaña en 1972 tras un concierto organizado por Jean Marie Renard, cuando varios músicos de terrenos tanto tradicionales como del jazz o incluso de formación clásica, tuvieron la necesidad de transmitir un legado de jigas bailables y bellas melodías medievales tanto de su propia región como de la cercana Irlanda. Bucólico, sí, pero con virtuosismo y un toque de jazz que conformaron un producto moderno (para los lejanos años setenta, recordemos), coherente y plausible. No tanto fue así con la estrategia a la hora de publicar su primer disco y sucesivos, ya que tuvieron una extraña forma de concebir los títulos: de hecho, no había títulos definidos en la portada de sus primeros álbumes, que en muchos lugares son conocidos simplemente como "Gwendal" (los tres primeros y el quinto) o "Gwendal 2" (el segundo). Al menos en su cuarto álbum figuraba el 4 en la portada, si bien el siguiente, ya en 1983, volvía a titularse sencillamente "Gwendal". Fue ya en las reediciones de los años noventa cuando se colocaron los títulos identificativos de cada álbum (por lo general con el apelativo de la primera de sus canciones), quedando de tal manera, y así les vamos a llamar aquí, esos cinco títulos iniciales: "Irish Jig" (1974), "Joe Cant's Reel" (1975), "Rainy Day" (A vos désirs)" (1977), "4" (1979) y "Locomo" (1983), además del disco en directo "En concert" en 1981 (grabado en España, en el Colegio Mayor San Juan Evangelista de Madrid, iniciando un gran idilio con nuestro país). "Irish Jig" llegó en 1974 de mano de la compañía francesa Pathé Marconi, distribuida mundialmente por EMI, con una portada llamativa, la ilustración de un gigante tocando un instrumento de viento mientras camina distraído por la campiña. Aunque no de manera directa, su propuesta renovadora acabó siendo acogida con entusiasmo, tanto que este trabajo es recordado como un gran clásico, especialmente algunas de las composiciones que lo conforman. Y ese reconocimiento es merecido, sin duda, pues una mayor sencillez y peor producción (en comparación con sus trabajos posteriores) implican en este caso una mayor fuerza emocional. Bruno Barré (violín), Youenn Le Berre (flautas, saxofón, bombarda -instrumento de viento de madera, de la familia de los oboes, cercano a la dulzaina-), Roger Schaub (bajo), Jean-Marie Renard (guitarra) y Patrice Grupallo (percusiones y mandolina) fueron los miembros del grupo en esta primera etapa. La pieza que inicia y da título al disco, "Irish Jig", es la más magnética de la banda: la siempre curiosa guimbarda (ese arpa de boca que nos remite a algunos famosos spaguetti western) sirve de presentación a una agradable melodía antigua de violín a la que enseguida se unen flauta y guitarra para que la composición sea completa, amena y carismática, tanto que suele ser la que finaliza sus conciertos. La duración es corta pero suficiente para transmitir. Pero no es "Irish Jig" la única pieza inmortal de este disco, enseguida llega "An Dro - Nevez", de duración similar e intenciones parecidas, bailables y pintorescas, aunque con un pequeño toque jazzy en su emocionante solo de flauta, extraño en la época y el contexto, que se repite varias veces en su pequeño metraje. Otra tonada icónica e imprescindible que surge en primera instancia de la tradición, como todo el disco, pero con esos arreglos que la acercan al folk-rock y al folk-jazz. A continuación, "Sopo Song" es un tema bucólico, hermoso y tan romántico como campestre. El disco es muy divertido, en "Flop - Eared - Mule", pieza rápida con aires norteamericanos, se escucha de nuevo la guimbarda haciendo el acompañamiento rítmico. En esta orgía folclórica, "Planxty Birke" es otra composición de aspecto tradicional, un recuerdo al gran Turlough Carolan. Es extraña la inclusión de piezas tan cortas como la anécdotica "Bourrée auvergnate" -que se podía haber desarrollado mucho más-, "Pretty Brown Maid" o "Bourrée saintongeoise". El término francés bourrée designa una danza popular tradicional de algunas regiones galas. "Deu tu ganeme" es pensativa, costumbrista, parecida a ese paseo bretón que es "Patrick's Day". Por el contrario, destacan esas tonadas danzarinas que hacen mover los pies, "Me meus bet plijadur" es como un baile de boda, y a sus intenciones se acercan "Jackson Morning" y especialmente "Texas Quistep", nuevo acercamiento a los Estados Unidos. Para cerrar el disco con inmejorable sabor de boca, "Irish Song" es otra bonita melodia irlandesa de recuerdo, sones medievales con claro acompañamiento de jazz en su alocado final, donde mejor suena el saxo de Le Berre en el disco. Así culmina un trabajo algo corto pero que se vive con extraordinaria intensidad. Lo que ahora puede sonar algo desfasado, como una antigüedad, fue en la época una grabación necesaria y perfectamente valida de versiones básicas, primarias en cuanto a instrumentación y tratamiento, pero absolutamente mágicas, tremendamente efectivas en su carácter de entretenimiento, celebración e incluso conciencia histórica de una materia, el folclore tradicional de raigambre celta, que volvía a tomar conciencia de lo que era, y que iba a expandir su influencia por el mundo gracias en parte a pioneros como The Chieftains, Alan Stivell o los propios Gwendal. Rudimentario, sencillo, pero plagado de melodías alegres, bailables y reconocibles que aportan instantes de mágica complicidad, "Irish Jig" forma parte de la historia del folk bretón, pero también del folk mundial. 

"Irish Jig" fue tan solo el comienzo de una larga carrera, pero fue la base del éxito del grupo y porta grandes melodías de recuerdo obligado, como la irlandesa "Irish Jig" o la bretona "An - Dro Nevez", dos piezas que hermanan musicalmente estas dos naciones celtas, así como aromas norteamericanos. Su directo era fantástico, su repertorio vital, enérgico, tanto que enseguida se iban a convertir en estrellas del folk-rock. "Joe's Can't Reel" fue su siguiente trabajo, también con cubierta caricaturesca de Claire Brétencher, en el que entró el violín eléctrico para aumentar su particular sonoridad. Pero la portada más recordada es la del tercero, "Rainy Day", ilustración fabulosa de Enki Bilal que muestra a un gigante mutante con seis brazos tocando cuatro instrumentos a la vez, a lo hombre orquesta, en un paisaje árido y fantasioso. A partir de aquí, con la inclusión de la batería y con varios cambios en la formación original, los pequeños temas facilones van dejando paso a electrificaciones en la onda de un jazz-rock muy popular que proponía pura diversión, en el que no estuvieron nunca incluidas las inclinaciones políticas de otros músicos de la época, como el propio Alan Stivell.

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26.2.24

JOHN THEMIS:
"Atmospheric Conditions"

Aunque muy poco recordada, Coda Records fue un loable intento británico de repetir el éxito de ciertas compañías estadounidenses de lo que en los ochenta ya se conocía como música new age. Así se lucía, con un gran 'New Age', en las portadas de los álbumes de la serie que nos ocupa, denominada Landscape, de la que "Atmospheric Conditions" fue su primera referencia. Su creador, Nick Austin, contaba así sus comienzos: "Formé Coda Records a principios de 1983 para cumplir la ambición que tenía de producir música que de otro modo no se publicaría. El tipo de música que no depende del éxito en las listas, pero que en realidad tiene un gran número de seguidores silenciosos". Austin no partía de cero en este tipo de experiencias, él ya había fundado un sello de rock a finales de los setenta, llamado Beggars Banquet, en el que grabaron gente como Bauhaus o Gary Numan. Sin embargo, en un viaje a los Estados Unidos, Nick Austin descubrió por entonces otro tipo de sonido que acaparaba elogios, y que en un principio la revista Billboard incluyó en sus listas de jazz, el sonido del sello Windham Hill y sus artistas que, como George Winston, estaban vendiendo cientos de miles de copias de sus discos. A pesar del impacto de la new age, Coda comenzó siendo un sello dedicado al jazz, tras la búsqueda por parte de Nick de talentos en la escena musical británica de este estilo musical: el pianista John Critchinson inauguró el sello con "Summer Afternoon" (la referencia Coda 1), el saxofonista Dick Morrissey fue el segundo en llegar con "After Dark", y fue en este momento cuando accedió a Coda John Themis.

"Sirens" fue el título del primer álbum de John Themis en Coda Records en 1983, cuando aún se trataba de un sello de jazz, y tanto este disco como el de 1984 "Ulysses and the Cyclops" (referencia número diez) fueron decisivos para el trabajo que nos ocupa, que no es sino una suerte de recopilación de varios temas de estos dos trabajos primigenios, de tal forma que el jazz más asequible se convertía en una rebuscada new age. El relato de Nick Austin continúa de esta manera en 1984, recordando aquel viaje a Milwaukee en el que descubrió la distribuidora y sello discográfico Narada: "Tal fue la demanda de esta música New Age que eventualmente apareció en todos los lugares de las listas de jazz. Debido a que la música New Age suele ser de naturaleza instrumental, según la definición estadounidense, los álbumes instrumentales deben ser Jazz. Para los oídos británicos, la New Age difícilmente podría llamarse Jazz; tiene un atractivo que, en términos generales, va desde Eno hasta Elgar, pero con una diferencia importante: todos los artistas de la New Age siguen muy vivos. La música New Age tiene fuertes conexiones acústicas que rompen con los valores pop que determinan las listas habituales de hoy. La música New Age se basa en gran medida en la melodía, los valores de poder tocar un instrumento para evocar una atmósfera o emoción". De esta manera, Austin diversificó su oferta, manteniendo la serie de Jazz que había inaugurado en 1982, e inaugurando otra dedicada a la música new age, la serie Landscape, que sin embargo iba a inaugurar John Themis en 1985 con ese remedo de sus dos discos de jazz, que aquí se iba a titular como una de las composiciones destacadas del segundo de aquellos discos, "Atmospheric Conditions". John Themis era un músico nacido en Australia de padres chipriotas, que volvió a Chipre cuando tenía 12 años. Desde los ocho años, y gracias a su hermano mayor, que era músico, comenzó a interesarse por la música. En 1974, a los diecinueve años, tras haber realizado el servicio militar en el ejército chipriota, John se marchó al Reino Unido: "No tenía dinero y no conocía a nadie, busqué trabajo en restaurantes tocando mi guitarra". Al final un agente musical le ofreció trabajo de músico de sesión, y con el tiempo tocó para músicos tan importantes como Cat Stevens, Dolly Parton, Kylie Minogue, Elton John, A.R. Rahman, Rod Stewart, Craig David, Dido o Bryan Ferry, obtuvo un número 1 con Emma Bunton, y se convirtió en guitarrista esencial, además de productor y director musical, de la banda Culture Club y de Boy George en solitario. Actualmente regenta una innovadora galería de arte en el Brunswick Centre de Bloomsbury. "Atmospheric Conditions" fue, como ya se ha dicho, el primer álbum de la serie Landscape de Coda Records; esto comentó Coda sobre el disco en una edición posterior: "El primer álbum New Age publicado por Coda en el Reino Unido alcanzó el número tres en la lista New Age del Reino Unido. John Themis toca guitarras acústicas y eléctricas con un estilo único que hace de este uno de los mejores álbumes del catálogo de Coda. Temperamental pero consistentemente melódico, atrae a quienes buscan música para relajarse pero al mismo tiempo ocupar la mente". En el corte de inicio, "Emily", la de Themis es una guitarra placentera y elaborada, los dedos dibujan difíciles filigranas al servicio de una melodía sencilla pero edificante. Es el tema estrella de un álbum que se desarrolla sin extravagancias melódicas, sino más bien con cuidado en la interpretación de piezas en las que, como en el segundo corte, brilla el virtuosismo; "Sirens: The Trick" se titula, y el manejo de las cuerdas brilla completamente en una duración que se hace corta. Más mundano, en un onda que circula entre el jazz y el blues, es "Post Hypnotic Suggestions", en el que gran parte del trabajo lo ejecuta el acompañamiento de vientos que ya habían aparecido en los dos temas anteriores. Su escucha es sencillamente agradable. Mejor comienza "Cinderella's Last Waltz", como una ensoñación veraniega; el cálido paisaje busca de nuevo colores jazzeros, pero su privada sonoridad es realmente muy abierta, y transmite una cercanía que embelesa a cualquier oyente sin importar el género. En "Transition" es el teclado el co-protagonista de la actuación, llenando el ambiente con brillantez. Hasta aquí llegan las piezas rescatadas del álbum del catálogo de jazz "Sirens" y comienzan las de "Ulysses and the Cyclops". El corte que titula al álbum y por lo tanto importante en el mismo, no llega hasta el comienzo de la cara B del plástico. Sus intenciones son las que nos hemos encontrado en el lado A, una delicia de interpretaciones con predominio de la guitarra de Themis, que en "Atmospheric Conditions", melodía atractiva en su durmiente tranquilidad y duración extendida (más de nueve relajantes minutos), continúa acercándose a músicos de jazz de renombre (no se puede evitar mencionar a Pat Metheny) con sus guitarras y la ayuda de estos otros músicos: Costas Skliris, Felix Krish y Paul Carmichael al bajo, Godfrey Wang a los teclados (el propio Themis se encarga del piano en "Sirens: The Trick"), Andy Stennett y Peter Adams con el sintetizador, Tony Beard y Gary Husband a la batería, Anne Themis (su esposa) a las armonías vocales en "Free Fall", y Alan Tarney a la guitarra rítmica en "Final Cruise", la pieza distinta del álbum, y es que como respuesta a la cierta relajación del tema homónimo, llega a continuación éste, bastante movido, que agrada especialmente por el cambio de registro sin variar la artesanía sonora. La fuerza e intenciones melódicas de "Final Cruise" gustarán especialmente a los buscadores de parecidos razonables con ídolos de la new age de guitarra de sellos punteros como Windham Hill o Narada. De las nueve composiciones del álbum, "Final Cruise" es la única que no está compuesta por John Themis sino por ese guitarrista que también colabora en la pieza, Alan Tarney. En "Free Fall" un comienzo ambiental es martilleado con las notas de una guitarra que se muestra pura y doliente en esta pieza llorosa que se une sin silencio intermedio con el último tema del álbum, un "Whales" que se alza como una de las composiciones con más sentimiento del trabajo, un final hermoso por el que vale la pena esperar. La sensación final de alegría y disfrute del álbum es primorosa y conlleva además una pequeña lección de guitarra por parte de este autor bastante desconocido.

El intento de Nick Austin fue tan plausible en términos generales como acertado fue el hecho particular de rescatar las composiciones de John Themis en la división de jazz de Coda, para su nueva dirección hacia la new age, que entre propuestas más superficiales, incluía otros grandes trabajos entre los que habría que destacar "Voices" de Claire Hamill, "Heartbeat" de Michael Chapman, dos suaves trabajos de Tom Newman ("Bayou Moon" y "Aspects") y especialmente el admirable "Wine Dark Sea" de Stephen Caudel. En su siguiente álbum para Coda en 1987, "English Renaissance" (anterior a un "The Other Side of John Themis" que recogía las composiciones restantes de los primeros álbumes de jazz de Themis, no incluidas en "Atmospheric Conditions"), el guitarrista aplaca un poco su ímpetu jazzero escondiéndolo tras un sonido algo más folclórico, desarrollando además con soltura y virtuosismo su vena flamenca. Un trabajo plácido que sin embargo se antoja complaciente en comparación con esa disfrutable mezcolanza de estilos que fue "Atmospheric Conditions", en cuya contraportada se leía "en algún lugar de ese gran espacio, ese lugar especial, reservado para una audiencia con psique, hay algo inquietante, una voz, un cáliz, es diminuto pero poderoso". También Nick Austin añadía en el libreto de cada álbum de la serie Landscape: "Espero que disfrutes tanto de Coda Records como yo. No es habitual que la gente pida un disco por referencia al sello, sin embargo espero que Coda no sea considerado un sello cualquiera".

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6.2.24

DAVY SPILLANE:
"Pipedreams"

Muchos músicos irlandeses, poseídos por el espíritu de la placentera tradición de su país, han alcanzado una gran repercusión en el mercado internacional en el campo de la música popular. Bastantes nombres se podrían destacar, pero uno de los más activos y mejor relacionados es el de Davy Spillane, considerado un renovador de la tradición irlandesa, así como un notable ejemplo de calidad en la composición y en la interpretación. Maestro de la gaita irlandesa (la popular uilleann pipe) y de la flauta irlandesa baja (el low whistle, afinado una octava más baja que el más popular tin whistle), músico de sesión solicitado (Mike Oldfield, Van Morrison, Elvis Costello, Kate Bush, Emmylou Harris, Chris Rea, Enya, Sinéad O'Connor o incluso Miguel Bosé han contado con su ayuda en la instrumentación), miembro de bandas míticas como Moving Hearts o Afro Celt Sound System, participante en los reconocidos proyectos de Bill Whelan ("The Seville Suite", "Riverdance"), quedan además sus discos en solitario para demostrar que también es un compositor de enorme validez. Uno de los más recordados es "Pipedreams", publicado por Tara Records en 1991.

Spillane disfrutó enormemente de su estancia en la banda Moving Hearts, fundada por los ex-miembros de Planxty Dónal Lunny y Christy Moore, pero sus grandes capacidades parecían perderse en el conjunto, especialmente mientras los temas vocales, con mucha protesta política y social, dominaban sus trabajos. Fue en el álbum "The Storm", ya sin Christy Moore en el grupo, cuando afloró totalmente la instrumentalidad, la potencia del sonido irlandés que retomó Davy Spillane en sus discos en solitario, a la que añadió además suculentas porciones de una extraordinaria multiculturalidad, que comenzaron en "Atlantic Bridge" (1987) con la participación de los norteamericanos Béla Fleck y Jerry Douglas, que dotaron al álbum de aires blues y country gracias al banjo y al dobro. "Out of the Air" (1988) fue una grabación en vivo consecuencia de su éxito. A continuación, "Shadow Hunter" (1990) no fue en absoluto un disco fallido, en él continuaban apareciendo tímidas influencias de más allá del charco (el dobro, especialmente), presentaba dos canciones con la voz de Sean Tyrrell, y nos encontrábamos con dos temas de gran recuerdo, "Hidden Ground" y "Equinox". Poco antes de la grabación de otro excitante viaje a Bulgaria y Macedonia junto a Andy Irvine titulado "East Wind" (1992), Spillane publicó este "Pipedreams" que, aunque centrado en Irlanda, ejecuta también un pequeño acercamiento a los lejanos parajes de Australia. Suele comenzar Spillane sus trabajos con un tema movido, uno o varios reels que animan al oyente: "Shifting Sands" es uno de esos inicios fabulosos en los que el low whistle y la uilleann pipe se turnan en esa acometida del danzarín reel, pero el primer minuto del disco parece estar prendado de magia bluesera con la incorporación de una guitarra eléctrica que acompaña también durante el resto de la pieza. Y en todo el disco, ya que Anthony Drennan (habitual en los discos de Clannad y Maire Brennan, así como posteriormente en los de The Corrs) es el amigo de Spillane que no sólo aporta guitarras y teclados sino que co-produce el álbum junto a Davy. "Shifting Sands" esta firmada entre ambos, como otro tema excepcional, "Shorelines" (un hermoso aire lento del que sólo se pueden decir bondades, donde junto a Spillane y Drennan destaca el toque de jazz a cargo del saxo de Keith Donald) y una alegre jiga titulada "Mistral"  con un espíritu roquero melodioso en el que la gaita y la guitarra se hermanan en un tema moderno, excitante, abierto a nuevos públicos que tuvieran, en los años noventa, ansias de tradición no exentas de renovación. Spillane, Louise McCormick y Tim Boland firman la pieza 'extraña' y viajera del álbum, una "Call Across the Canyon" que, a pesar de su simpleza estructural (es un tema casi sin melodía, un ambiente cubierto por la gaita) posee una extraordinaria profundidad y convence en su fuerza natural, con la combinación de ritmo primario, gaita, voces alucinógenas y didgeridoo que conecta con la tierra, con lo primigenio, y te hace vislumbrar, aunque sea desde lo alto, la intensidad de los desiertos australianos. "Call Across the Canyon" es un tema que se mueve aparte del resto del álbum, excepto quizás del titulado "Rainmaker", otro presunto paseo árido por Australia, muy ambiental, aunque en esta ocasión con la compañía de la flauta irlandesa sobre los teclados y la percusión primitiva. Eso sí, no hay indicios sobre la efectividad de ese hacedor de lluvia. El resto de los temas que quedan por comentar, que completan una buena combinación de ritmos, están firmados por Davy Spillane, como la jiga "Undertow", la discreta pero muy agradable pieza lenta para flauta "Stepping in Silence", el muy aceptable reel -con la gran aportación del bajo y buen acceso de metales- "Morning Wings" y un final lastimero, emocionante, el aire lento para flauta irlandesa "Corcomroe", que contrasta en cierto modo con lo alegre que es todo el resto del disco al tratarse de un sincero homenaje a Johnny Burke (1948-1990), maestro fabricante de gaitas irlandesas, del cual Spillane fue aprendiz y gran amigo ("cuando murió Johnny, para mí fue una pérdida tan grande como la de mi padre. Ahora tengo sus herramientas y una considerable responsabilidad para continuar el linaje de fabricación de gaitas"). Pero no queda ahí el trabajo, pues intercalado en el mismo se esconde la gran composición para uilleann pipe del mismo, la enormemente popular "Midnight Walker", todo un prodigio, una melodía esencial en la música celta de finales de siglo, de esos momentos en los que la gaita se convierte en un instrumento celestial, etéreo, el tiempo se para y se percibe lo maravillosa que puede ser la música. Y es que si a una composición sobresaliente se le une una interpretación magistral, el resultado sólo puede ser una pieza de referencia indiscutible; de este modo, "Midnight Walker" ha sido desde entonces de escucha obligada, de disfrute seguro, y de inclusión necesaria en todo tipo de recopilatorios de corte celta. El propio Spillane la regrabó en 1998 para su álbum "The Sea of Dreams" junto a otras de sus piezas emblemáticas (como "Daire's Dream", "River of Gems" o "Equinox"), algunos tradicionales de gran recuerdo ("Danny Boy" -con la voz de Sinéad O'Connor-, "The May Morning Dew") y como cierre la canción de la película 'Titanic', "My Heart Will Go On". De regreso a "Pipedreams", es necesario mencionar a los músicos que integran este gran trabajo junto a Spillane y Anthony Drennan (que además de las guitarras, eléctrica y acústica, también toca algunos teclados): Tony Molloy (bajo), Noel Eccles (percusión), Tommy Hayes (percusión, bodhrán), Paul Moran (percusión, batería, platillos), James Delaney (piano, órgano, teclados) y Keith Donald (saxofón); el tema "Call Across the Canyon" tiene créditos aparte, y estaba interpretado por Joe Marcus (bajo), Simon O'Dwyer (didgeridoo, trompeta), Tim Boland (guitarra eléctrica, percusión) y Louise McCormick (voz, percusión) junto al propio Spillane.

"Pipedreams" es un nuevo sueño de aquí y de allá, de la tierra y de los viajes de Davy Spillane, y un sueño basado especialmente, como bien dice el título, en la gaita, en esa uilleann pipe de la que Davy es también constructor. No obstante, y conociendo la versatilidad del músico en sus colaboraciones, no sorprende la integración de otros elementos viajeros, y el excelente papel que asume la guitarra eléctrica. El sonido tradicional se electrifica y Davy va un paso por delante del resto. Además, abriendo horizontes en el espíritu celta de Spillane, hay un cierto toque blues y jazz en "Pipedreams", como ya lo había country y blues en "Atlantic Dreams". Las portadas de estos discos presentan una imagen juvenil, incluso glamourosa, en contraposición a otros competidores como Liam O'Flynn, sin embargo compañero de sello discográfico: Tara Records se beneficiaba enormemente con la presencia de estos dos grandes nombres de la gaita irlandesa y de la música celta en general. Eso sí, es lamentable la racanería del diseño de la carpeta interior del álbum, totalmente en blanco. Teniendo en cuenta únicamente la música, es obligatorio la escucha de cualquier álbum en el que participa este gran artista llamado Davy Spillane.

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18.1.24

WILLIAM ACKERMAN:
"Past Light"

No muchos artistas han gozado del privilegio de formar parte del maravilloso encanto acústico que suscitaba el sello Windham Hill. Muchos mitos han surgido de su catálogo, entre ellos George Winston, Michael Hedges o el grupo Nightnoise. Es sin embargo su creador el mayor portador de la esencia de la compañía, ese prístino guitarrista de contundente dulzura en el tañer de las cuerdas metálicas llamado Will Ackerman, que maravilló con sus primeros trabajos, "In Search of the Turtle's Navel" y "It Takes a Year". La 'voz' de Ackerman siempre ha sido propia, auténtica, aunque sin duda se ha alimentado de las 'voces' de otros, de Leo Kottke, de John Fahey, de Robbie Basho, referencias reconocidas sobre las que emerge el talento y las intenciones propias de este reflexivo artista, que en los años ochenta se hizo acompañar de sus 'empleados', y sin duda amigos, en álbumes inolvidables entre los que habría que destacar especialmente "Passage", en 1981, o "Past Light" en 1983.

Estas son las palabras de Will Ackerman hacia este proyecto: "En ocasiones como ésta siempre se hace todo lo posible para agradecer a una falange de individuos por sus contribuciones al proyecto en su conjunto. Esta no es una excepción. A menudo, a los músicos que se unieron a mí en 'Past Light' se les dio poco más que una forma básica para trabajar, y no es falsa modestia decir que muchas de las composiciones representadas en estas grabaciones son puras colaboraciones por parte de estos amigos y por mí. A ellos les estoy sinceramente agradecido. También debo agradecer a mi coproductor, Steve Miller, por tener el talento y la visión que me permitieron probar nuevas ideas". Windham Hill publicó "Past Light" en 1983 con una fotografía algo fantasmal en la portada, y de esos músicos invitados, sólo Darol Anger repite desde aquel "Passage" de dos años atrás. "Visiting" es pura poesía, un comienzo idílico en el que las cuerdas de la guitarra se visten de gala, una pieza excepcional en la que Michael Manring aporta su característico fretless (bajo sin trastes) y Chuck Greenberg el siempre emocionante lyricon con el que embellece los álbumes de su maravillosa banda, Shadowfax. Ackerman en solitario despierta una especial sensación de autenticidad, de conexión con la naturaleza, de agradable soledad; pero rodeado de amigos la música se convierte en una celebración, y eso es "Visiting". El Kronos Quartet es el extraño acompañante de la siguiente pieza, "Garden", por la particular sonoridad de un cuarteto de cuerda junto al folk bastante bucólico de Ackerman; la combinación es de una endeleble empatía, y si bien brilla especialmente la guitarra, prima el conjunto en una gratísima armonía. Joan Jeanrenaud, violonchelista del propio Kronos Quartet, repite en el siguiente corte, y su violonchelo rasga en una especie de melancólico segundo plano la calma de "Three Observations of One Ocean". Llegado este momento aparece el único solo de guitarra del trabajo, "Pacific II", una gran pieza de carácter reflexivo, con la habitual destreza en la ejecución de nuestro protagonista. Para acabar la cara A del plástico, "Synopsis" es un tema movido, repetitivo y con su pequeña dosis de electrónica, pues además de repetir Chuck Greenberg con su lyricon, aparece Mark Isham en el sintetizador, con su idóneo toque ambiental. Ahora bien, es más importante en la carrera de Ackerman la segunda parte de ese tema, una "Synopsis II" que deslumbra a mitad de la cara B y se convierte de inmediato en uno de los grandes clásicos del guitarrista: un ritmo constante y verdaderamente adictivo de cuerdas da paso a la entrada del oboe de Russel Walder en una bellísima cadencia que se entrelaza enseguida con el piano de Ira Stein; juntos, Ackerman, Stein y Walder construyen una resistente urdimbre entre cuyos hilos emerge la bellísima melodía de un título mítico, "Synopsis II". "Ventana" -así, en castellano- es el comienzo de esa cara B, una especie de raudo paseo en el que la guitarra conversa con dos fieles amigos, el violín de Darol Anger arrancando una sonoridad celestial, y la segunda aportación del fretless de Michael Manring; el todo es otra pieza maravillosa, una conjunción de genialidad absoluta. No es la última aparición de Manring en el trabajo, pues enseguida llega "Threes", con su bajo sin trastes y la guitarra de Michael Hedges, en lo que curiosamente es un tema pausado y bastante cauteloso, agradable de escuchar aunque sin destacar en el todo. Dos piezas restan para concluir, la meditativa "Rain to River" con el violín de Jamii Szmadzinski (habitual en los discos de Shadowfax) descargando su energía de pura fusión al final de la pieza, y "Night Slip", una especie de corto viaje a las tierras del country, con la guitarra de Michael Hedges, que continúa comedido, y el corno inglés de Russel Walder. Así, en un suspiro se han consumido diez piezas de enorme construcción, especial interpretación y muy fácil escucha, en ocasiones -como en los casos de "Visiting", "Ventana" o "Synopsis II"- ciertamente embelesada. No hay que afirmar que el reparto de protagonismo mejore a Will Ackerman (él solo también habría sido un intérprete adecuado), pero es evidente que gratifica la experiencia auditiva, hace más variado y divertido el trabajo, como ya había sucedido en el disco anterior, "Passage".

Por sus fabulosas composiciones, por su especial manera de interpretarlas, y por su papel fundamental en la historia de este tipo de música, se denomine como se denomine, Will Ackerman es sin duda, un auténtico prócer de la new age. Los años setenta fueron tiempos de increibles descubrimientos en la música instrumental acústica con ese sentimiento artesanal que hacía de la música del sello Windham Hill algo perfectamente reconocible, pero el tiempo fue pasando y con él la manera de entender, de disfrutar y de presentar al público este tipo de música. Muy pronto, la chispa tampoco iba a ser la misma del momento de efervescencia, por lo que muchos de sus nombres más ilustres se fueron perdiendo entre la red de ofertas en la ya conocida masivamente como new age. Ackerman sin embargo ha mantenido siempre su esencia, y a cada nuevo paso se podía entrever parte de aquel espíritu primigenio que surgía de cada referencia de la compañía que él mismo se encargó de fundar en California junto a la por entonces su esposa Anne Robinson.

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30.12.23

CLANNAD:
"Fuaim"

Letterkenny es una ciudad irlandesa, la más grande del condado de Donegal, una de las regiones irlandesas donde más se habla gaélico (algo distinto, por aquí, al común en el resto del país) y donde está más enraizada y recordada la tradición musical. Fue en el prestigioso festival de música folk de esta localidad donde se dio a conocer una banda de música tradicional denominada Clannad. Originarios de Gweedore, en la costa atlántica, los miembros de Clannad eran todos familiares (tres hermanos, Pól, Ciarán y Máire Brennan, y sus tres tíos, Duggan, Pádraig y Noel), y el nombre original de la banda era, de hecho, Clann As Dohbar, que significa 'familia de Dore'. Su música era una forma de expresión muy natural y bastante artesanal de su pasión por la tradición de la música y el canto, pero aun fascinados por las armonías de bandas británicas o estadounidenses como The Beach Boys, The Mamas and the Papas, The Beatles o The Hollies, su camino se dirigió más hacia otros conjuntos más folclóricos como Pentangle, Steeleye Span o Fairport Convention. Sus primeros álbumes, de hecho (incluido el primero, que grabaron con Phillips como premio al festival de Letterkenny, para firmar enseguida con Gael-Linn), se dirigieron hacia la tradición, a la que llegaban a través de un proceso de investigación que incluía a las personas mayores de su condado. 

"Clannad" fue el título en 1973 de un primer álbum del grupo absolutamente acústico y tradicional, un testimonio del pasado en el que el folk te envuelve de aromas celtas y medievales con una ingenua sencillez, a la manera de comienzos de los setenta, con arreglos florales de guitarras, flautas, arpa, percusión teclados y voces armonizantes, y versiones de temas tan emblemáticos como "Brian Boru's March" o "Siobhan Ni Dhuibhir". Para "Clannad 2", en 1974, llegó Dónal Lunny y con él una cierta consistencia, aunque aún rondaba en el conjunto la bisoñez del folk hippie de la época; "Dhéanainn Súgradh" fue el animado sencillo de este trabajo en el que colaboraban los hermanos Ó Domhnaill, Tríona, Mícheál y Pádraig. Pero Lunny no se quedó con la banda, y aquí se produjo la efervescente aparición de un productor tan solvente como Nicky Ryan. Ya con él, "Dúlamán" tomó en 1986 el título de un conocido tradicional irlandés, que suena muy bien en las voces de la banda; el condado de Donegal sigue siendo su fuente de inspiración, pero se aprecia un sonido claro y en varios puntos evolucionado respecto a los dos discos precedentes, que se nota especialmente en canciones como "Dúlamán", "Two Sisters" o "Siúil, a Rún". "Clannad in Concert" (1978) fue su primer álbum en vivo, directos en los que mejoraban sus primeras producciones. Y es en 1980 cuando aparece en el álbum "Crann Ull" otro personaje cercano a la familia, que pronto acaparará un mayor protagonismo: Eithne Ní Bhraonáin (Enya) interpreta aquí esporádicamente -y sin acreditar- teclados y coros. El trabajo mantiene un buen nivel sonoro, de composición, arreglos y producción, aunque se necesitaba un tema estrella para salir del círculo del folk, o un disco con un toque especial, que llegó en 1982, cuando Tara publicó "Fuaim". En este gran álbum, la resonancia vocal conjunta es ya de una excelencia suprema, manifestada en temas como ese sublime inicio titulado "Na Buachaillí Álainn" (Máire encandila ejecutando la melodía irlandesa sobre cálidos acordes de cuerdas, pero el conjunto de voces que se unen en el canto es sencillamente delicioso) o esa especie de himno titulado "Lish Young Buy-a-Broom", si bien es el único sencillo del disco el que acapara elogios con toda la razón: "Mhórag 's na Horo Gheallaidh" es una sublime pieza casi a-cappella, una 'waulking song' que apetece escuchar en bucle, un bellísimo ejemplo de mouth music que resuena en nuestra cabeza mucho después de haber acabado, y que porta una sonoridad muy del tipo Enya en sus coros y teclado. No sólo de Máire depende el grupo como voz solista femenina, la estupenda "Mheall Sí Lena Glórthaí Mé" (sencilla canción con un marcado ritmo de marcha que se sitúa en segundo lugar en el disco) porta la voz de Pól, además de un grato interludio instrumental. Con canciones como "An TÚll" se puede manifestar un gran interés popular, pues se trata de una pieza animada y pegadiza, una polka cantada por Enya (aún conocida como Eithne), que no tiene mas que la base musical y su voz, pero sin embargo engancha en su tierna inocencia. También aparecen baladas de gran calado como "Strayed Away" (con aires americanos, un curioso y tímido viaje al folk más cercano al estilo country) o "The Green Fields Of Gaothdobhair", donde empiezan a verse a los Clannad futuros, los que trasladan su esencia al pop/rock, aunque aquí comedidos y, por supuesto, muy disfrutables. No pueden faltar los instrumentales de recuerdo irlandés ("Bruach na Carriage Báine", un vals lento con lo bucólico del arpa y una producción que se nota distinta, más elaborada), pero también temas innovadores, como un "Ní Lá na Gaoithe Lá na Scolb?", con el saxo de Neil Buckley, que aporta un tipo de sonido nuevo en la banda cercano al jazz fusión o incluso al rock sinfónico ambiental en su primer tramo. Los músicos e instrumentos de "Fuaim" son: Máire Ni Bhraonáin (voz, arpa), Eithne Ni Bhraonáin (voz, teclados), Pól Ó Bhraonáin (flauta, flauta irlandesa, guitarra, voces), Ciarán Ó Bhraonáin (contrabajo, guitarra, sintetizador, piano, mandolina, voces), Pádraig Ó Dúgáin (mandola, órgano, voces), Noel Ó Dúgáin* (guitarra, voces), Neil Buckley (clarinete y saxos), Pat O'Farrell (guitarra eléctrica) y Noel Bridgeman (percusión). La producción es de un Nicky Ryan que dejaría la banda tras este disco y, atisbando las posibilidades de la joven Eithne, crearía junto a ella y su propia esposa, la letrista Roma Ryan, el fenómeno Enya.

Este hermoso trabajo es más que la aparición (discreta, realmente) de Enya, y se mantiene como uno de los discos más auténticos de los Clannad que disfrutaban reverdeciendo el folclore de su tierra, sin entrar en las necesidades del mercadeo musical. Todas las experiencias de la niñez afloran a cada momento, y la música que la banda hacía no puede ser la misma que la que hacían sus padres veinte años atrás, hay una evolución lógica, eso sí, dominada por una idea similar, un sustrato que acaba dominando el sonido. "Fuaim" fue la confirmación, tras algunos pasos tímidos, de una banda con una personalidad rotunda en el mundo del folclore de Donegal, pero con visos de viajar a otras tierras, tanto para difundir su tradición como para recoger influencias de otros campos más modernos y fusionarse con ellas. Este sonido consolidado iba a alcanzar el éxito definitivo cuando los responsables de la miniserie de televisión de 1982 'Harry's Game', tras escuchar piezas vocales tan espléndidas como "Mhórag 'S Na Horo Gheallaidh", decidieron que su tema principal iba a ser interpretado por Clannad, naciendo así el mito de la celestial "Theme from Harry's Game". Varias décadas después, el camino repleto de altibajos de este conjunto irlandés no ha terminado todavía, su singular sonido gaélico continúa reverdeciendo las glorias del pasado a pesar de las pérdidas de miembros fundamentales, aunque siempre con Máire dando la cara y con la familia eternamente unida.

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12.12.23

THIERRY FERVANT:
"Blue Planet"

Algunos músicos han explorado en el escaparate de la fantasía, incluso del misterio, con verdadera solvencia. A pesar de no ser un emblema de esa temática, el compositor suizo Thierry Fervant se supo aprovechar de la tecnología en alza de los años ochenta para presentar al mundo una música amena, comprometida con un cierto esoterismo, y verdaderamente adictiva. Con las mimbres de aquella entrañable época, y sin ser tan emblemático como esa evocación de la creación del mundo que fue "Univers" en 1980, o tan popular como su onírica y evocadora exploración en el inquietante mito del Rey Arturo, "Legends of Avalon", que llegaría pocos años después, en 1988, Fervant se acercó en "Blue Planet" a lo mágico de esos otros plásticos, recurriendo en esta ocasión a la ciencia ficción, a una historia que bien podría pertenecer a novelas de Isaac Asimov o de Arthur C. Clarke (de hecho, a muchos les puede recordar especialmente a la trama de 'Los cánticos de la lejana Tierra', que una década después de este "Blue Planet" plasmó en un disco Mike Oldfield con el título de "The Songs of Distant Earth").

Grabado por Fervant y Chris 'Snoopy' Penycate en el estudio Maunoir de Ginebra, fue en 1984 cuando M. Records (el primer sello de Thierry Mauley, es decir, Thierry Fervant) y Corona Music Company publicaron "Blue Planet" en Suiza. Fue en 1990 cuando Quartz Music (el segundo sello, más avanzado, de Fervant) se encargó de la publicación de un CD mejor distribuido, especialmente por Europa. Este trabajo encierra una historia fantasiosa sobre un viaje de otra civilización desde una galaxia lejana: "Después de la destrucción accidental de su hogar, los supervivientes buscaron a través de años luz otro planeta habitable. Encontraron el sistema solar, y el tercero desde el sol era un planeta azul: la Tierra. No eran dioses, ni invasores, simplemente personas, como tú o como yo, venían de un astro diferente como si fuera otro pueblo, otro país. Lo único que esperaban era reconstruir su civilización. A cambio ofrecieron su conocimiento, su tecnología y su amistad. Pero no estábamos preparados para recibirlos. Su 'planeta azul' no era el paraíso que parecía ser desde el espacio; bajo sus nubes, la guerra, la violencia y la contaminación habían reducido su capacidad de sustentar vida, y el proceso se estaba acelerando. Dejaron el sistema solar y partieron a través de la oscuridad interestelar, para buscar un nuevo planeta azul...". La introducción al álbum, "Alien", es original, un sonido similar al de una gota de agua al caer se convierte en una sucesión de notas tremendamente sencillas pero de una fuerza misteriosa ayudada por los efectos de sonido. Enseguida sorprende la llegada de la voz en "Elsewhere", nadie nos había avisado, pero la canción arranca sobre un lecho electrónico, y la percusión realiza acometidas eventuales; como interludio, una bonita emulación de cuerdas. Hay una hermosa pátina retro sobre esta música y lo que la rodea. De nuevo la percusión parece por momentos desbocada en "First Contact", pero es así porque representa una situación tan difícil de concebir como ese primer contacto con una civilización extraterrestre. La pieza se completa con otra sucesión melódica sencilla y un nuevo interludio calmado compuesto por voces tratadas por sintetizador. "Peace of Mind" es una hermosa y pacífica balada, que Fervant rescaratará, con el título cambiado a "The Equilibrists", en su trabajo de 2013 "Tao Meditation". Como contraste, "Discovery" es aguerrida, potente, aunque como otras composiciones del álbum, no concreta una melodía definida o pegadiza, sino que se recrea en el ritmo que producen una serie de notas de teclado repetitivas. Por contra en la siguiente, "Wellcome", sí que hay un intento melódico con emulación de viento. "Contrast" es la siguiente pieza, acompañada por una especie de secuencia primitiva que se anima en su estribillo, con alma de sintonía. El final, apartado del resto del tema, es un esotérico ambiente con emulación de arpa. Cuando se completa más de la mitad del minutaje del disco, llega el tema posiblemente que mejor puede entrar al oyente ocasional, por su poder melódico siguiendo la estela de bandas electrónicas de éxito como Tangerine Dream: "Oppression". Efectos de sonido completan su rotundidad y llevan al disfrute. Al contrario que en el minutaje precedente (salvo algunos atisbos de un cierto barroquismo), un bonito clasicismo inunda al oyente en "Reflection", composición que porta una cierta emotividad y, por supuesto, reflexión sobre la situación en la que se encuentra la Tierra. "O.R.S.E.C. (Disaster Contingency Plan)" es otro tema agradable de escuchar, portador de la energía cósmica de todo el álbum. Para acabar, "Blue Planet" es la segunda canción del trabajo, más desarrollada que la anterior ("Elsewhere"), un bello himno de esperanza en un nuevo mundo (realmente un alegato contra la destrucción de la Tierra), con la incorporación acústica de un saxo, muy bien acoplado en una canción que cierra un disco que, a pesar de su apariencia de segunda fila, encierra una grata recompensa en su escucha. Fervant era un compositor perfectamente válido, que creó un puñado de obras de recuerdo, de fácil asimilación, pero bien acabadas y muy disfrutables. En esta interpretaba piano, teclados, sintetizadores, zampoña y conduce la efímera orquesta de cuerdas. La percusión y batería es de Gil Hunger, el saxo de Toni D'Addario y las voces blancas de Les Petits Chanteurs D'Ursy en "Elsewhere". Un tal Kevin interpreta esas dos canciones cuya letra es de Janry Varnel, con la traducción al inglés de Chris 'Snoopy' Penycate. Repite como creador de la portada Andre G. Belime, que lo fuera de la de "Univers".

En "Blue Planet", Thierry Fervant acudió a la fantasía cósmica para desarrollar sus agradables ideas musicales, si bien lo mas novedoso del trabajo respecto a sus obras anteriores es la inclusión de canciones, temas vocales de bella factura siguiendo la estela del rock sinfónico imperante en la época en su vertiente menos dura, más cercana a la cercana new age y el pop, con posibles referentes en Alan Parsons Project o Jon and Vangelis. El plástico se hace así más completo y llevadero, mezclando canciones con instrumentales pegadizos y otras melodías ambientales, en una duración algo parca pero sin momentos prescindibles. Fervant fue uno de los compositores de teclado más dotados de su época y situación, pero cuando se trataba de jugar en la liga de los más grandes (gente como Vangelis, Jarre, Klaus Schulze, Yanni o Ray Lynch) es cuando se notaban algunas de sus carencias. Su música es, sin embargo, grata, alegre y no exenta de una cierta profundidad, además de calidad tecnológica. No importa que su nombre no sea excesivamente recordado, o que discos como "Univers", "Seasons of Life" o "Legends of Avalon" sean de una cómoda (y a veces agradecida) facilidad: al igual que Joel Fajerman, Johan Timman, Robert Schroeder, Richard Burmer u otros protagonistas de las más bellas melodías de sintetizador de los años ochenta, Fervant, fallecido en 2022, tiene bien merecido un lugar en la historia de la música electrónica, en esa maravillosa inocencia de la new age de los ochenta, en la que trabajos como "Blue Planet" ayudaban a escapar a otros mundos, a otras realidades sonoras.

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28.11.23

ELEMENTALES:
"Elementales"

La influencia del gran Paco de Lucía ha sido enorme en las siguientes generaciones de guitarristas flamencos que han trabajado con este glorioso instrumento. Josete Ordóñez es uno de ellos, y ya desde los 12 años tocaba en tablaos antes de incorporarse a varios grupos y colaborar con grandes artistas patrios como Manolo García, Rosario Flores, David Bisbal, Melendi, y en otros campos más folclóricos, como con Amancio Prada, al lado mismo de Eliseo Parra o en la banda de Javier Paxariño. A principios de los años noventa, este madrileño realizó un acertado experimento sonoro fundando un conjunto de folk instrumental con añadidos étnicos junto al violinista Enrique Valiño (recordado por muchos madrileños por su pasado en la Romántica Banda Local), el percusionista Enrique 'Brujas' Perdomo y el bajista Marco Herreros. Su nombre, tan sencillo y directo como Elementales. Su legado, tres álbumes a lo largo de esa década: "Elementales" en 1992, "Al baño María" en 1994 y "Elementa latina" en 1997, tres ejemplos de buen hacer de los que cabe destacar especialmente ese gran debut que dio nombre al grupo, "Elementales".

Grabado en los meses de junio y julio de 1992 y publicado por Lyricon (sello dependiente de Sonifolk) ese mismo año, "Elementales" intentó ser una alternativa con clase y valor hispano al circuito de músicos y bandas folclóricas que continuamente giraban por nuestro país e incluso veían publicados sus trabajos por sellos españoles que traducían y adaptaban los cuadernillos con toda la información del disco o del artista. Aunque este su primer disco presenta un bonito dibujo por portada, las ediciones de Elementales no fueron precisamente un ejemplo de diseño gráfico, la información era escasa y la forma de presentarla muy particular. Tal vez eso sea una de las pequeñas rémoras de los trabajos de esta banda, la escasez de información en los discos, tanto de la trayectoria de sus componentes como del origen o intenciones de las composiciones, en las que unen fuerzas Josete Ordóñez y Enrique Valiño. "Elementales" comienza con una pieza de Quique Valiño, desenfadada e incluso pegadiza, "Camino de Pan Bendito", en la que destaca de golpe la energía de un folk muy hispano, con aires de flamenco y de rumba por igual. Es una música con el espíritu de la ciudad, del barrio, de hecho Camino de Pan Bendito es el nombre de una barriada de Madrid. "Pasaje de Áncora" (otro espacio de Madrid, cercano a Atocha) aporta un jazz melódico bastante asequible, tanto como para que los responsables de la compañía eligieran este tema para nutrir la recopilación "Música sin fronteras volumen 2". "Ojos de Río Dulce" es un tema de flamenco con su dosis instrumental y su aporte de cante tan andaluza, con la voz de Josete; el río Dulce es un afluente del río Henares que nace en Guadalajara. "El capricho de Carmen" es una pieza folclórica con aromas gitanos de la Europa del Este, un corte atractivo e importante en el disco, con el contrabajo de Carlos Ibáñez, donde el violín atrapa desde el principio (no en vano es otro tema compuesto por Quique Valiño). Muy hispano, con castañuelas y con un precioso toque clásico, es "Tanguillo de las entrañas", gran interpretación de un conjunto que sorprendió a quien quiso o supo escucharles. "Monge y cruz" forma parte de ese folclore que toma cosas de aquí y de allá, con la guitarra de su autor, Josete, de protagonista. A su vez, ritmos gráciles y bailables como "Bahía Brujas" o "Partido alto" también tienen cabida en este completo trabajo de folk avanzado. En "Macachera" la melodía, sencilla, inunda el ambiente y se desarrolla en un perfecto juego de instrumentación. El trabajo tiene que ir acabando, y lo hace con otros dos intentos de viaje, el de "La varita de Juan López" a las tierras del country allende los mares (violín enérgico, cucharas o tabla de lavar nos acercan a ese tipo de música sureña) y el de "Todos los días un plátano por lo menos" aún más al sur, a Sudamérica, en un pequeño colofón (menos de un minuto) a una obra completa y mayúscula. Hay grandes hallazgos en este trabajo, como hay algunos momentos menos atractivos, pero siempre bien tratados por los miembros del grupo, que elaboran una delicada tarea de conjunción. Ordóñez se encarga de las guitarras (flamenca, clásica -Camps-, acústica, eléctrica y timple canario) y la voz en "Ojos de río dulce", 'Brujas' Perdomo de congas, cajón, darbuka, batería y percusiones menores, y Quique Valiño de los violines (acústico y eléctrico), laud, bandurria, rubboard (o tabla de lavar), mandolina y cajun spoon (cucharas). Los tres producen el álbum junto a Enrique Díez. Los colaboradores son Pedro Gil (palmas), Carlos Ibáñez (contrabajo), Marco Herreros (bajo eléctrico), Camilo Edwards (bajo eléctrico), Lorenzo Azcona (saxo alto) y Manuela Doniz (castañuelas). 

El rock, el jazz, el folclore y lo étnico en general formaron parte de las enseñanzas de José Luis Ordoñez Gil (es decir, Josete Ordóñez) cuando éste quiso abrir sus horizontes musicales, y junto a Enrique Valiño, 'Brujas' Perdomo y Marco Herreros consiguió hacer realidad ese sonido que aunaba sus influencias, una banda que, como decía crítica de Resistencia, "practica una inusual y elegante fusión de estilos instrumentales en la que se compaginan ritmos y toques de guitarra flamenca con dejes jazzisticos e influencias del country, la clásica o las música celta e hindú". Valiño también quiso recordarlo así: "El grupo partiendo del color del violín y la guitarra española, creó un estilo personal y coherente con su pulso imaginativo, dentro de un lenguaje popular contemporáneo que se completaba con el sentir de los diferentes instrumentos de percusión". Definido por algún crítico como folk evolucionado, el de Elementales es un sonido tan cercano y tan grato que para los que ya tienen una edad casi puede parecer la banda sonora de su día a día. Los más jóvenes pueden descubrir matices auténticos y suficientemente brillantes como para provocar la chispa necesaria que les haga unirse al torbellino, ya lejano pero igual de vivo varias décadas después, de esa vigorosa música folclórica que se hacía a finales del siglo pasado, y que el propio Josete Ordóñez intenta mantener viva con sus trabajos en solitario del siglo XXI, entre ellos "Por el mar", "Objetos perdidos" o "Transeúntes", en el que explora también en otras dos pasiones, el cómic y el cine mudo.

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9.11.23

MARK ISHAM:
"Tibet"

En 1985 Windham Hill optó por poner imagen a algunas de sus músicas más emblemáticas, pero no secuencias de los artistas tocando sus instrumentos, sino grabaciones relajantes de naturaleza, en concordancia con el crecimiento de la filosofía new age: "Se trata de temas geográficos y estacionales en la naturaleza, que crean una alternativa artística y de calidad en video", se decía en estos lanzamientos. Paramount Home Video y Pioneer Laserdisc, y concretamente el productor Dann Moss, fueron los socios de Will Ackerman y Anne Robinson en esta aventura que comenzó con los títulos "Water's Path", "Western Light", "Autumn Portrait" y "Winter", en Beta y VHS (posteriormente llegó el efímero Laserdisc). Todos los grandes artistas de la compañía fueron recopilados en esta especie de documentales bucólicos con sus mejores composiciones: Michael Hedges, Scott Cossu, Will Ackerman, George Winston, Ira Stein, Alex de Grassi, Philip Aaberg, Shadowfax, Liz Story, Michael Manring, y por supuesto Mark Isham. Tras los títulos 5 y 6, "In Concert" (con Hedges, Ackerman, Cossu y Shadowfax en directo) y "China", fue Isham en solitario el que se encargó de la música del documental dedicado a la región del Tíbet. Al contrario que los demás títulos de la colección, el trabajo de Mark Isham "Tibet" contenía música original, y sí que fue publicado por Windham Hill Records en 1989, el mismo año de publicación de una obra muy parecida, el "Himalaya" del sintesista neozelandés David Parsons.

Así se presentaba esta suerte de película por parte de sus responsables: "La mera mención de la palabra Tíbet evoca imágenes de un país rico y mágico, cuya cultura está envuelta en un lugar remoto e inaccesible. Este programa ofrece una mirada al llamado 'Techo del Mundo', un lugar donde el cielo y la tierra se encuentran, y donde continúan ritmos centenarios. Es un breve vistazo a vastas extensiones de llanuras altas y vacías y picos nevados. Los monasterios y los monjes que viven allí son los últimos restos de una cultura religiosa cada vez más menguante que no tiene paralelo en Occidente". Efectivamente, quien visita el Tíbet en algún momento de su vida, afirma sentirse sobrecogido por la inmensidad y la magnitud, tanto física como espiritual, de la gran cordillera del planeta Tierra que domina aquel territorio fronterizo entre China y la India: el Himalaya. De sus brumas, de sus nieves perpetuas, de lo insondable de sus paisajes, proviene la inspiración de esta obra musical autoproducida por Mark Isham, y dividida en cinco partes sin más título que su número: "Part I" es un ambiente muy cautivador y adictivo, en el que lo étnico y la suave electrónica se envuelven mutuamente reflejando atmósferas nebulosas pero vitalistas donde sólo se divisan las montañas nevadas y el cielo azul; sonidos que recuerdan a relajantes campanas tibetanas junto a vívidas percusiones conectan con la tierra, y en la parte final marcan un clímax vigoroso junto a los teclados, los metales y las rotundas notas del bajo, una pequeña fiesta para los sentidos. "Part II" es un tema corto pero celestial, una capa de meditativo sintetizador ondea entre las nubes dejando que entren las cuerdas de la guitarra y esa trompeta tan evocadora, característica del jazz suave de Isham. "Part III" es de esencia más activa, de nuevo percusión y trompeta marcan un ritmo animado al que se une la demás instrumentación en un entorno muy completo (con la tímida voz recitante de Tom Sassa), si bien el metal predominante nos hace estar escuchando jazz en el Tíbet en su glorioso clímax final. Si cualquier buena música para documentales se deja escuchar independientemente de las imágenes, la de Isham no podía ser menos, su enorme excelencia le acompaña en todo momento y se funde con la esencia del lugar, aunque sin entrar en demasía en contextos religiosos. Así, con la marcialidad característica de su autor, "Part IV" es de una imperturbable belleza, Isham consigue una muy completa y palpable textura, con una perfecta disposición de elementos -dominando de nuevo la rotundidad de su instrumento principal, la trompeta- sin necesidad de recurrir a melodías recurrentes. El plástico concluye con su corte más largo, "Part V", inaugurado por la voz explicativa de nuevo de Tom Sassa sobre un fondo místico que va creciendo en intensidad para convertirse en un fabuloso y completo ambiente que literalmente te envuelve. En su combinación de texturas acústicas y electrónicas, "Tibet" emana en sus 48 minutos todo lo que este rincón del planeta puede ofrecer: belleza, espiritualidad, emoción, incluso locura ante tal inmensidad natural, un trabajo tan desmesurado como ese panorama indescriptible que, sin embargo, aparte de su clara conexión terrestre, no está exento de un cierto componente cósmico (especialmente en algunos momentos en los que no brilla la trompeta), ese estilo espacial de la época que otorgaba el sonido de ciertos sintetizadores. Estos eran interpretados por Isham, junto a la trompeta, el fliscorno y el gong; Peter Maunu -amigo y colaborador de Mark en bandas como Group 87- se encargaba de las guitarras acústicas y eléctricas, ayudado por David Torn, Doug Lunn del bajo eléctrico, Bill Douglass de la flauta de bambú, Jean Roth y Richard Todd de las trompas, Kim Scharnberg y Ken Kugler del trombón y Kurt Wortman de las percusiones acústicas y electrónicas. Tom Sassa ponía voz a los haikus, y es que a pesar de estar ambientado cerca de China, Isham afirma utilizar en este trabajo el haiku japonés (forma centenaria de poesía japonesa consistente en tres versos de diecisiete sílabas, divididas en cinco, siete y cinco, respectivamente): "El uso del haiku en esta obra surge ante todo de su percepción como música. Su forma rítmica, su tradición de repetición, la cualidad de la propia lengua japonesa como puramente sonora. El nivel básico de apreciación de su contribución sería entonces únicamente como elemento musical, sin importancia o significado para las palabras". 

Mark Isham consideraba "Vapor Drawings", "Tibet" y "Castalia" como una especie de trilogía de música de fusión electrónica y ambiental, con toques de jazz y étnicos. Efectivamente, tras la publicación del álbum "Castalia" en Virgin Records, Isham regresó brevemente a Windham Hill (realmente este sello publicó "Tibet" un año después de la edición del VHS, cuando Isham ya había firmado con Virgin) y de manera fantasmal apareció "Tibet", un ejemplo de la capacidad de adaptación de este músico estadounidense a casi cualquier estilo y proyecto. Jazz, música electrónica, música ambiental, bandas sonoras de varios géneros... Un reflejo, en definitiva, de sus variadas influencias musicales, desde Miles Davis hasta Bach o Vaughan Williams, pasando por Arvo Pärt, Wheather Report o Brian Eno. Efectivamente, a veces es complicado definir sus discos, que en sus comienzos entraban sin pudor en la categoría 'new age', y así se decidió también en los premios Grammy, que ya habían nominado así a "Castalia" en la ceremonia de 1989, y lo iban a hacer en 1990 con este "Tibet", antes de ganarlo en 1991 con el álbum "Mark Isham". Otras nominaciones de este autor a dichos premios han sido en la categoría 'Best recording for children' ("The Emperor and the Nightingale", "Thumbelina" y "The Emperor's New Clothes"), en la extraña denominación 'Best instrumental composition written for a motion picture or for television' ("A River Runs Through It") y finalmente en 'Best score soundtrack album' por "Men of Honor", última de sus nominaciones en 2002, a pesar de sus numerosos trabajos en cine hasta la actualidad. ¿Cuál es la belleza de escribir música específicamente para cine?, le preguntaron en cierta ocasión, a lo que Isham respondió: "Lo interesante de una película es que es una combinación de diferentes formas de arte. Esa mezcla tiene un potencial tremendo, porque cuando la música combina bien con las imágenes, el impacto emocional es asombroso. Ése es el desafío y la satisfacción que ofrece escribir música para cine". Así fue también el impacto emocional del Tíbet para Isham, que logró en este álbum una de las cumbres descriptivas de su carrera, un homenaje a sus gentes y a tan descomunal paisaje.

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